miércoles, diciembre 28, 2011

Ni yonki, ni puta, ni maricón


 Ni yonki, ni puta, ni maricón

Quise titular así este artículo porque  vivo con VIH desde hace 15 años, y todavía a día de hoy, 30 años después del descubrimiento de los primeros casos de VIH, y 30 años después de que sepamos que el VIH puede afectar a todas y cada una de las personas por igual, se me pide que me sitúe dentro de alguna de las etiquetas que se nos presupone: Yonkis, putas o maricones. 


Dicho de otra manera, se nos continúa juzgando a las personas que vivimos con VIH, por padecer una infección  que,  bajo la percepción social actual, se diferencia de todas las demás enfermedades, en que a las personas infectadas se las/nos considera culpables de habernos infectado,  al realizar conductas socialmente no aceptables o reprobables. 

Existe un hecho irrefutable: estoy infectado por el VIH y esta infección me acompañará el resto de mi vida.  Una vez asumido e internalizado esta aseveración, puedo afirmar que el VIH forma parte de mí, de mi vida actual y de la que me queda por vivir. Por cierto,  espero que  sea larga y tan satisfactoria como lo ha sido estos últimos años.

Cuento esto porque estoy harto. Y estoy harto de que personas analfabetas funcionales, sigan considerando que somos yonkis, putas o maricones. Uso estes términos peyorativos porque sé que despiertan malestar y nunca indiferencia. Es lo que pretendo: no causar indiferencia cuando nos identificáis de esta forma para dirigiros a nosotros/as.  Pretendo, alteraros la tensión.
Estoy harto de que tengamos que vivir en un armario blindado a la sociedad, blindado a las amistades, a las familias e incluso a nuestras parejas. Ese blindaje que se presupone nos salvaguardará de esas personas potencialmente peligrosas. Sí,  peligrosas. Peligrosas porque con sus calificaciones,  en nombre de la moral, se sitúan por encima de nosotros/as, por encima del bien y del mal, como jueces sentenciadores en un juicio donde no existe la presunción de inocencia. Eres culpable,  y has de pagar la penitencia, durante el resto de tu vida. Una vida, esa vida que,  en la mayor parte de los casos, es una muerte en vida o una vida silenciada. 

Estoy harto de que el VIH se silencie porque habla de nuestras parcelas íntimas. De esas parcelas de las que nos es tan incómodo hablar. Hablar de sexo, de sexualidad, de las drogas, de orientación e identidad sexual, de libertad,  de nuestros deseos,  de nuestro derecho a decidir, de nuestro derecho a sentir y de nuestro derecho a hacer. 

Estoy harto de que el VIH sea el epicentro de nuestras vidas. Estoy harto de que el VIH se sitúe cual  primero de mis apellidos. Estoy harto de que el VIH sea motivo de segregación. Estoy harto, de que todo se tenga que regular para salvaguardar mi dignidad, y estoy harto, hasta que deje de estar harto y me revele.
Para todas/os lo que me juzgáis, soy más que un yonki, una puta o un maricón. Soy aquel que se revelará cuando no me trates de forma digna. Soy aquel que te servirá de apoyo,  cuando te haga falta. Soy aquel que alzará su voz,  cuando trates de pisotearme mis derechos. Soy aquel que te entenderá cuando te sientas incomprendido/a. Soy aquel que actúa desde la tercera fila. Soy aquel que no fracasa, porque el fracaso no existe. Soy aquel que se enamora, que llora, se ríe, disfruta, siente y se cabrea. Soy aquel que vive y deja vivir. Soy Carlos.

2 comentarios:

Enrique dijo...

Carlos, muchas gracias por este post! Que en 30 años hemos conseguido mas de 20 farmacos contra el virus, pero ninguno contra la intolerancia o el estigma. Feliz 2012 y un abrazo!

LAZOS PRO SOLIDARIEDADE-COMITÉ ANTISIDA DE FERROL dijo...

Gracias a tí por tus palabras, Enrique. El peaje de ser visible publicamente es que en algunos momentos, y algunas personas, te encasillan sin ver más allá. Eso es lo que me indigna. Un abrazo, y que tengas un buen final de año y una mejor entrada.

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